Dios
se vale de los lugares más humildes para manifestar su gloria y
misericordia. Cachuy se ha convertido en un lugar de expresión de la fe y
de encuentro con Dios en su Monte santo. Es un pueblecito con apenas
una decena de familias que viven establemente allí, pero que recibe
cerca de 20 mil peregrinos con ocasión de la solemnidad de la Ascensión
del Seño (jueves 29 de mayo).
Algo
especial ocurre. Allí está la efigie del Señor de la Ascensión. Este
pequeño pueblo se ubica en el corazón de los andes, a más de tres mil
metros sobre el nivel del mar. Pertenece a la provincia de Yauyos en el
departamento de Lima (Perú).
La
peregrinación inició hace cuatro siglos, pero la tradición se mantiene.
Desde ese momento no se ha interrumpido. La geografía no ha detenido la
fe de los peregrinos. Vienen fieles cristianos de todo el Perú y
también desde el extranjero.
El
peregrinaje se realiza de diversos modos: a pie, a lomo de bestia y en
moto hasta cierto punto. La inmensa mayoría elige el primero. El camino
serpentea por toda la montaña alta y vertical. El clima es único; de día
azota el sol y de noche el frío andino con vientos cortantes y presión
atmosférica peculiar, “la fe mueve montañas”.
Por
la montaña se abren filas interminables de devotos. Todos están en
marcha con velas encendidas, lámparas, cayado y algunas provisiones de
agua, pero siempre lo indispensable. Pues el camino es difícil. Lo
superfluo no vale para nada, más bien impide la marcha. Lo único
interesante es encontrar al Señor en su santuario. Éste es el deseo de
todo peregrino.
El
camino dura entre cuatro y veinte horas. Depende de la situación de
cada peregrino. El descenso se hace en dos horas y un poco más para
algunos.
¿Por
qué elegir un lugar así? ¿Qué ocurre en ese lugar? La respuesta la
encontramos en el himno al Señor “en las alturas agrestes de Cachuy,
Dios quiso brillar con luz muy grande allí. A Martín Barrios, Jesús se
apareció”. Esto canta la tradición secular de Cachuy. El camino ayuda
para reflexionar y hacer examen de conciencia, para rezar, para
fortalecer a otros con el ejemplo, para animar a los que ya no pueden
más.
En
labios de todos está la palabra gratitud. Acuden para agradecer los
dones concedidos por Dios. Gracias especiales de Dios también las hay.
La conversión es una constante del lugar. Se asciende con peso --con
pecados--, y se desciende ligeros -con la gracia divina-. Es llamativo
ver el rostro de la gente que sube: cansados de la vida, desesperados,
agobiados, lisiados, enfermos. Para el retorno la expresión es otra:
alegría, paz, optimismo y ganas de cambiar.
El
lema que se procura dejar en los peregrinos si nada se lo impide es:
peregrinación (penitencia), conversión (confesión) y Eucaristía
(Comunión). Esta es la forma plena de realizar la peregrinación.
Esta
piedad popular lleva al encuentro personal con Jesús que está en la
Eucaristía. En efecto, la celebración de la Misa y demás sacramentos es
constante, cada hora. Se reza el santo Rosario y se realiza la
catequesis.
En
el mundo hay muchos lugares de especial encuentro con Dios. El
santuario del Señor de la Ascensión de Cachuy es uno de ellos. Un lugar
en los Andes peruanos situado como si estuviera entre el cielo y la
tierra.
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